La primera maestra que tuve se llamaba
Paqui. En sus clases siempre hacíamos galletas, dibujábamos caretas
de animales en platos de papel, manchábamos los “babis” con
pintura... y, sobre todo, cantábamos canciones. De hecho,
probablemente ella no lo sabe, pero con su “cançoner” (del que
todavía me sé la mayoría de las canciones) despertó mi interés
por la música, que pronto se convirtió en mi mayor pasión.
Pedro, escritor y artista, fue mi
profesor de plástica y de lengua castellana en primaria. Recuerdo
que siempre decía que odiaba los libros de texto y cuando la escuela
decidió asignar uno para plástica, él se negó. 2ºB tuvo la
suerte de seguir dando clase en el desordenado taller, haciendo
manualidades con total libertad, y yo tuve la suerte de encontrar en
el dibujo una forma de expresar todo lo que sentía.
En castellano sí usaba el libro, pero
tampoco excesivamente. Su afición preferida (y la mía) era
mandarnos redacciones: cuentos, vivencias personales... escribíamos
de todo. Tanto me gustó esta actividad que empecé a hacerla por
placer y, a día de hoy, la sigo manteniendo.
En el instituto hice muy buenas migas
con Jose Antonio, mi profesor de lengua castellana. Desde el
principio me cautivó su manera de enseñar, el entusiasmo que sentía
y transmitía a toda la clase en cada una de sus lecciones. Gracias a
los trabajos que nos mandaba seguí alimentando mi afición por la
escritura y descubrí otras dos: la literatura y la historia del
arte. Estudiar las características de cada movimiento artístico,
leerme las obras de sus autores más importantes.. mi curiosidad no
tenía límites. Pero Josean no sólo es el culpable de que mi casa
esté llena de libros, sino que también fue quien me contagió el
deseo de cambiar el mundo y me hizo ver que mi vocación era la de
ser profesora.
Estas tres personas tienen algo en
común: dejaron huella. Tres personas completamente diferentes
marcaron a una cuarta y despertaron en ella intereses que tal vez sin
ellos no habría descubierto nunca, y que a día de hoy son una parte
esencial en su vida. Creo que eso es lo verdaderamente importante de
un maestro y a lo que todos los que empezamos este camino aspiramos.
Así, puedo decir que quiero ser una
maestra capaz de ponerme en el lugar de los niños, entusiasta, que
nunca se de por vencida, que se entregue a su trabajo. Una maestra
innovadora, que sepa enseñar de forma creativa y de la que los niños
aprendan, un modelo a seguir. Una maestra que sepa superar cualquier
dificultad y que transmita cariño y seguridad a sus alumnos. Una
maestra que sea capaz de guiar a los niños y abrirles los ojos al
mundo, que sea paciente para escuchar lo que ellos tienen que
enseñarle. Una maestra que pueda motivar a sus alumnos y sacar lo
mejor de ellos.
Quiero ser como Paqui, Pedro y Josean.
Quiero ser una maestra que deje huella.
Imagen propia realizada en grupo con la herramienta Thinglink https://www.thinglink.com/scene/707267264277118977 |
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