miércoles, 14 de octubre de 2015

Las finalidades de la escuela hoy en día

Está claro que las finalidades de la escuela dependen del contexto social e histórico. Por ejemplo, en la década de los cuarenta la única función que tenía era la de instruir y adoctrinar (políticamente, además), la de inculcar y transmitir unos conocimientos que posteriormente habían de ser memorizados por los alumnos.

Lejos de esta “escuela tradicional”, por suerte, hoy en día hay un gran debate sobre cuál es o cuál debería ser la verdadera finalidad de la escuela. Todo el mundo parece coincidir en que, sin duda, su función básica es la “formación integral” de las personas. En Zabala y Arnau (2009) este término se define como el formar a las personas en todas aquellas competencias imprescindibles para su desarrollo personal, interpersonal, social y profesional. Esto implica que la escuela tiene que cumplir una función orientadora a nivel individual, puesto que ha de facilitar a cada alumno los medios para que puedan desarrollar estas competencias según sus posibilidades.

Como inciso, diré que esta vertiente más individual del concepto “formación integral” me hizo recordar un diálogo que había oído, no sé bien dónde, hace tiempo:

  • Señor X, le informo de que su hijo ha sacado un 4 en matemáticas y un 10 en plástica. ¿Qué piensa hacer al respecto?
  • ¡No me diga! Pues... supongo que lo apuntaré inmediatamente a clases de repaso.
  • ¡No sea necio y apúntelo a dibujo! Todos valemos para algo, pero no todos valemos para todo.

A pesar de las claras ventajas que tendría o tendrá la aplicación de esta formación integral, la escuela deberá tener en cuenta algunos puntos clave: los “contenidos” teóricos tendrán que convertirse en “competencias” (capacidad de realizar una tarea de forma eficiente), ya que ha quedado demostrado que aprender la teoría no garantiza realizar bien la práctica; la formación de las escuelas deberá ser más “profesionalizadora”, en vez de ser una enseñanza meramente “preuniversitaria”, puesto que no todos los alumnos accederán a la universidad y cada vez más se requiere de profesionales de otros sectores bien cualificados; el gobierno debe garantizar que todos los agentes de educación formal, informal y no formal sigan esta línea “integral”; y, por último y a mi parecer el más importante, la escuela deberá garantizar el aprendizaje de “valores morales”, para tratar de compensar la no inculcación de éstos en algunas familias.


En cualquier caso, compensará el hacer frente a estos inconvenientes, aunque exijan mayor tiempo y dedicación, puesto que, bajo mi punto de vista, la manera de formar de la escuela ha de ser necesariamente integral y a de estar adaptada a las necesidades y particularidades de cada alumno. De este modo estaremos a personas conscientes de su valor propio y capaces de pensar por sí mismas, no capaces de acumular y reproducir contenidos. Y es que, como dijo Michel de Montaigne, “Una cabeza bien formada será siempre mejor y preferible a una cabeza muy llena”.

Ejemplo práctico de "educación activa"
https://youtu.be/YYuXTlp61g0

lunes, 12 de octubre de 2015

¿Qué tipo de maestra quiero ser?

La primera maestra que tuve se llamaba Paqui. En sus clases siempre hacíamos galletas, dibujábamos caretas de animales en platos de papel, manchábamos los “babis” con pintura... y, sobre todo, cantábamos canciones. De hecho, probablemente ella no lo sabe, pero con su “cançoner” (del que todavía me sé la mayoría de las canciones) despertó mi interés por la música, que pronto se convirtió en mi mayor pasión.

Pedro, escritor y artista, fue mi profesor de plástica y de lengua castellana en primaria. Recuerdo que siempre decía que odiaba los libros de texto y cuando la escuela decidió asignar uno para plástica, él se negó. 2ºB tuvo la suerte de seguir dando clase en el desordenado taller, haciendo manualidades con total libertad, y yo tuve la suerte de encontrar en el dibujo una forma de expresar todo lo que sentía.
En castellano sí usaba el libro, pero tampoco excesivamente. Su afición preferida (y la mía) era mandarnos redacciones: cuentos, vivencias personales... escribíamos de todo. Tanto me gustó esta actividad que empecé a hacerla por placer y, a día de hoy, la sigo manteniendo.

En el instituto hice muy buenas migas con Jose Antonio, mi profesor de lengua castellana. Desde el principio me cautivó su manera de enseñar, el entusiasmo que sentía y transmitía a toda la clase en cada una de sus lecciones. Gracias a los trabajos que nos mandaba seguí alimentando mi afición por la escritura y descubrí otras dos: la literatura y la historia del arte. Estudiar las características de cada movimiento artístico, leerme las obras de sus autores más importantes.. mi curiosidad no tenía límites. Pero Josean no sólo es el culpable de que mi casa esté llena de libros, sino que también fue quien me contagió el deseo de cambiar el mundo y me hizo ver que mi vocación era la de ser profesora.

Estas tres personas tienen algo en común: dejaron huella. Tres personas completamente diferentes marcaron a una cuarta y despertaron en ella intereses que tal vez sin ellos no habría descubierto nunca, y que a día de hoy son una parte esencial en su vida. Creo que eso es lo verdaderamente importante de un maestro y a lo que todos los que empezamos este camino aspiramos.

Así, puedo decir que quiero ser una maestra capaz de ponerme en el lugar de los niños, entusiasta, que nunca se de por vencida, que se entregue a su trabajo. Una maestra innovadora, que sepa enseñar de forma creativa y de la que los niños aprendan, un modelo a seguir. Una maestra que sepa superar cualquier dificultad y que transmita cariño y seguridad a sus alumnos. Una maestra que sea capaz de guiar a los niños y abrirles los ojos al mundo, que sea paciente para escuchar lo que ellos tienen que enseñarle. Una maestra que pueda motivar a sus alumnos y sacar lo mejor de ellos.

Quiero ser como Paqui, Pedro y Josean.
Quiero ser una maestra que deje huella.

Imagen propia realizada en grupo con la herramienta Thinglink
https://www.thinglink.com/scene/707267264277118977